jueves, 17 de marzo de 2011

Los Fantasmas de las Hojas Rotas


por Monte Cook
traducción por Bowesley (aka Humuusa)

Capítulo Cuatro: Una Elección Terrible

Roubris no tenia ni idea sobre que hacer con la información que acaba de conseguir. El espíritu atrapado en la espada que les estaba conduciendo hacia el templo en la Herida del Mundo no era el de un guerrero muerto, sino el de un demonio. ¿Podía confiar en un demonio?. Parecía una mala idea.

Por supuesto, Karatha podría saberlo. Pero en este momento, contarle que Serth era un demonio también parecía una mala idea. Le pediría, cosa probable, que se dieran la vuelta y regresasen inmediatamente a casa. Y puede que eso fuera lo más inteligente, pero puede que no. Puede que el tesoro que Serth le prometió realmente se encontrase dentro del zigurat templo negro en lo alto de la espira rocosa que escalaron.

"Se en que estas pensando", dijo la voz de Serth en la mente de Roubris. "Bueno, por supuesto no literlamente. No puede decir lo que estas pensanso a no ser que intentes hablarme con tus pensamientos. Pero de todas formas, estoy seguro que te preocupa el hecho de que no fuera una vez un alma mortal signifique que pueda estar mentiéndote. Que esto es una trampa. Te puedo asegurar que no lo es. Puede que no sea lo que suponias que debía ser, pero aún esto en la terrible situación que percibes. Todavía soy un espíritu muerto atrapado contra mi voluntad en el arma que una vez esgrimí en batalla. Y sólo tú puedes comunicarte conmigo. Sólo tú puedes ayudarme. Asi que la bóveda del tesoro oculta en el templo frente a ti es con toda seguridad real. Obtendrás el pago cuando sea libre. Ese es tu modo corriente de actuación, ¿no?. Esto no es diferente".

Maldita sea si eso tenía algún sentido para Roubris. Demonio u hombre, Serth deseaba ser liberado. Roubris antes nunca había pensado sobre ello, pero los demonios debian tener almas como los mortales, ¿o no?.

Se había encontrado con los espíritus de no humanos atrapados en armas antes. Principalmente orcos de Belkzen. Ayudarles prácticamente no tenía ninguna posibilidad de beneficio, asi que realmente nunco lo intentó. Pero ayudar a Serth tenía el potencial para el mayor beneficio que nunca había conseguido. O asi dijo Serth.

Serth el demonio.

No le gustaba como sonaba eso.

"Tu bienestar es de suma importancia para mi, Roubris", dijo mentalmente Serth. "Sin tí, nunca saldre de aquí. Te lo aseguro, el camino ante nosotros es seguro".

Roubris sonrió. Aún tenía el control de la situación. Aún tenía influencia.

"De acuerdo" dijo Roubris en alto. "Vamos". Aún sujetando a Serth con una mano, dió un par de pasos vacilantes hacia la entrada rodeada de runa que conducía al templo. Karatha le siguió. Desenvainó su propia espada, Ruptura.

Para sorpresa de Roubris, la puerta mostraba un aspecto corriente. Sonrió tímidamente a Karatha. "Me puedo encargar de esto". Situó la espada rota a un lado y extrajó su juego de ganzuas de su mocila.

"Es un templo de Deskari. Deberiamos esperar una trampa. O incluso una maldición". Con un breve movimiento de su mano y una invocación a Iomedae, lanzo un conjuro muy rápido. Asintió y dejo caer sus brazos. "De hecho hay alguna guarda o algo más siniestro en la puerta. Dejame que me haga cargo".

Roubris se encogió de hombros y se retiró. "Adelante".

Karaha lanzó otro conjuro. Esta vez, los gestos y plegarias eran mucho más complicados. Perlas de sudor aparecieron en su frente. Un brillo dorado envolvió a la puerta. Brilló, desapareció y a continuación brillo de nuevo antes de desaparecer. Karatha suspiró.

"Fue difícil, pero cualquier maldad que los clérigos de Deskari tenían en menta ahora se ha disipado".

"¿Y la cerradura?".

"Aún necesitas encargarte de ella de la forma tradicional". Karatha se trabó un poco sobre la palabra "tradicional". Quizás era ironía.

Roubris asintió y se puso a trabajar. Había estado forzando cerraduras casi toda su vida. Su madre le había hecho forzar cerraduras sencillas desde que era lo suficientemente alto para llegar hasta ellas. Auque la cerradura fue complicada, su éxito nunca se puso en entredicho. Tomo tiempo, pero que ellos supieran, no tenían ninguna prisa.

Una vez que terminó con la cerradura, la puerta se abrió, silenciosamente.

Roubris rodó hacia atras. Su mano buscó su daga. Esperó a lo que quiera que había abierto la puerta, pero no había nadie.

"Probablemente fue diseñada de esta forma" dijo Karatha.

Llamó de nuevo a Serth. El arma permaneció en silencio, y Roubris decidió que eso era buena señal. Karatha sacó una pequeña, lisa piedra unida a un pequeño garfio y fijada a su cinturón. En pocos segundos, la piedra brilló con una luz tan brillante como la luz del sol pasando a través de una ventana pequeña. Esta iluminación se extendió hacia la oscuridad en lo más hondo del templo sin ventanas. Roubris hubiera jurado que dentro de ese lugar, la luz vaciló, como si tuviera miedo a algo.

Tan sencillo como era el zigurat por fuera, el interior era rebuscado. Unas rejas de hierro negro recubrián cada superficie, con caras metálicas de aspecto lascivo, garras y cuernos retorcidos sobresaliendo por todo lados en ángulos impredecibles. El polvo y telarañas a continuación cubrián esta barroca, piel oxidada.

Dentro de este entorno de aspecto peligroso se hallaba una solitario altar fabricado completamente de hierro negro. Candelabros apagados parecían colocados al azar en los muros, con cadenas oxidadas que terminaban en ganchos crueles golgados del techo en posiciones también al azar. Un muro parecía dividir el intetiro de este pequeño templo en dos partes, con una amplia puerta de hierro forjada para deslizarse de lado a lado.

Finalmente Serth habló. "Más allá de esta puerta se encuentra el tesoro que te he prometido, Roubris. Me temo que probablemente allí haya mucho más de lo que tú y tu amigas podeis cargar, pero sin embargo descubrirás ser un hombre excepcionalmente rico una vez que abras esa puerta".

La boca de Roubris se humedeció. Avanzó hacia la puerta y escuchó a Karatha silbar a través de sus dientes. La miró, "¿Qué pasa?".

"No se" dijo. "Sólo estoy preocupada".

"Seré cuidadoso".

Roubris avanzó cuidadosamente, evitando fácilmente las protubernacias afiladas aqui y allí en el suelo y dejando un gran espacio entre él y las cadenas colgantes. Fue hacia la puerta. No ocurrió nada.

"Te lo dije", dijo la voz de Serth en su cabeza. "Es seguro. Deseo que obtengas el tesoro tanto como tú, amigo mío".

Aún así, los instintos de Roubris le obligaron a examinar la puerta deslizante en busca de trampas. Pensó en algo que convertiría las púas de metal u otros adornos en proyectiles mortales. Pero no encontró nada de eso. Ni siquiera una cerradura. En su lugar, tuvo la vaga noción de que abrir la puerta también tendría algún efecto sobre el templo. ¿Quizás una alarma?. No lo podía decir. Tan sólo era una corazonada, sin pruebas".

Considerlo contarselo a Karatha, pero tenía miedo de que aquí, tan cerca del tesoro, intentaría sacarlo de aquí sin abrir la puerta. No podía permitirse que eso pasara. Ahora no.

"¿Todo va bien? dijo Karatha, su voz tensa y susurrante.

"Si", dijo Roubris con toda la confianza que pudo reunir.

"¿De acuerdo, Serth?". Preguntó en su mente.

"Correcto" respondió el espíritu. "Te aseguro que es seguro abrir la puerta y apoderarte del tesoro en su interior. Es mi pago por liberar mi espíritu de la espada". Su voz parecia impaciente, pero quizás eso era comprensible considerando la situación.

Roubris abrió la puerta deslizándola.

La piedra mágica de Karatha envió un rayo de luz hacia la habitación. Entre estanterías de libros, ídolos y extraña parafernalia religiosa, Roubris no puedo reconocer un baúl sin tapa. Monedas de oro y plata, joyas de todo tipo y gruesas barras de metales preciosos llenaban la caja hasta desbordarla. Roubris jadeó con con el cumplimiento de sus mayores expectativas.

Sin embargo, tras él Karatha chilló con un tono diferente al placer. Sobre su hombro pudo ver que algo había aparecido frente al altar de hierro. Un portal de parpadeante luz roja y dorada. Gritos de terror y dolor surgieron de él en forma de oleada. Casi inmediatamente, algo comenzó a impulsar su forma a través del portal. Parecía vagamente humanoide en que tenía dos brazos y dos piernas y estaba ceñida con un armadura ennegrecida. Más allá de esto, recordaba un pez o un sapo más que un hombre. Esta criatura se movió lentamente, como si estuviera empujando contra algún membrana invisible que bloqueara el portal.

Una vez recuperado de la sorpresa inicial, Roubris pronunció en voz alta, "¿Serth?. ¿Qué es eso?".

No llego ninguna respuesta.

"¿Serth?. Me prometistes sin trampas, Sin peligro".

"Y mantendré esa promesa", siseó la criatura que atravesaba el portal de luz con la voz de Serth. "No te haré ningún daño, Roubris".

Los ojos Roubris se abrieron mucho. ¿Eso era Serth?. De repente, un recuerdo llegó a su mente. En algún lugar alguein le había dicho que cuando un demonio poderoso muere en el mundo material, realmente no esta muerto. Sencillamente es enviado de vuelta a su plano natal.

Serth no deseaba ser liberado para seguir hacia alguna vida más allá. Deseaba ser liberado para recorre de nuevo el mundo mortal. Su espíritu había sido atrapado en la espada como muchos otros que Roubris había encontrado, pero abrir el portal le restableció a su forma física. Y ahora Serth estaba entrando de nuevo en el mundo mateiral. Abrir la puerta para llegar hasta el tesoro también abrió el portal a cualquier reino abisal que engendró al demonio.

Incluso mientras Roubris se quedaba inmóvil, con la boca abierta, Karatha saltó a la acción. Armada con Ruptura y el escudo adorando con el símbolo de Iomedae, atacó a Serth mientras el demonio aún estaba a medio camino a través del portal. Su hoja atravesó su piel escamosa, pero un único golpe fuerte de una de sus garras la envió hacia atraás tambaleándose, un tajo sangrante estropeando su cara.

Roubris no sabía que hacer. Serth le había prometido el tesoro, y parecía estar dispuesto a dejar que se hicierá con él sin problemas. Pero que soltaría sobre el mundo mortal para causar perversidades inimaginables. Incluso si pudiera vivir con eso, Karatha nunca podría. Moriría antes de permitir que eso pasase, y mientras observaba el combate desigualado, parecía que eso mismo es lo que iba a pasar.

O, podía cerrar la puerta de la habitación en sus narices. Parecía la clave para el portal. Abrir la puerta corriente activó la sobrenatural. Cerrarla podría descativarlo. Serth todavía no superado del portal, pero en pocos momentos lo estaría. Y entonces toda elección recaería sobre él. Karatha seguramente moriría.

Maldición.

Cuando más progresaba Serth a través del portal, su hedor ocupaba el aire del templo. Karatha retrocedió tambaleante, tosiendo. Los ojos de Roubris lloraron. El progreso del demonio a través del portal era lento, pero eso no le impediría desgarrar a Karatha con una eficacia terribel. Ya su cota de mallas colgaba en trozos sangrientos y su escudo estaba doblado y roto. Aún la espada de Karatha cortó una y otra vez la piel de Karatha. Una bilis negra surgía de las heridas que le inflingía. Parecía que solo conseguría empeorar el hedor.

Roubris aún dudaba. Tanta riqueza. Suficiente para que Roubris llevase una extravagante estilo de vida el resto de su vida.

Más golpes atronadores chocaban contra Karatha. Serth poseía tanto una fuerza sobrenatural como garras muy afiladas. Una vez que atravesase el portal, probablemente sería capaz de morder con su grande, boca parecida a un sapo llena de dientes como puás de hierro. Con esa cosa terrible, podría divir a un enemigo en dos. Lo que solo importaría sí aún Karatha seguía con vida en ese momento. Bajo el peso de los golpes de Serth, cayó sobre sus rodillas, utilizando Ruptura para protegerse lo mejor que podía.

"Roubris, ayudame". Su susurro era casi inaudible. Tosió sangre.

Roubris se decidió. Su cara teñida de dolor, cerró sus ojos y cerro la puerta deslizándola.

Pero se deslizó solo una parte. Abrió sus ojos para ver parpadear la luz rojiza. Nada más. Sin embargo, pareció captar la atención de Serth. "¡Roubris!. No seas tonto. ¡Coge tu paso y vete!". El demonio se lanzó contra el portal con mayor fuerza. Roubris agradeció que el proceso de pasar a través de este portal fuera tan largo.

Karatha consiguió ponerse de pie, ambas manos en l puño de su espada. Con toda su fuerza restante, la hundió en la resbaladiza piel escamosa de Serth.

El demonio aulló.

Roubris contempló una vez más el tesoro brillante en la habitación y forzó la puerta. Aún no consiguió que llegase a cerrarse, pero el brillo igneo vaciló de nuevo.

"¡No!" gritó el demonio. Acuchilló a Karatha, quien cayo hacia atrás sobre el suelo. Aterrizó en uno de los muchos adornos peligrosos en la reja de metal.

Roubris gritó. Serth centro todo su atención sobre él.

Para su sorpresa, Roubris se encontró recuerriendo a Iomedae en busca de fuerza. Cerrando de nuevo sus ojos, puso todo su peso para cerrara la deslizante puerta de la bóveda.

Al menos, lo consiguió. El fuego rojo y dorado desapareció, y el rugido enfadado de Serth se desvaneció como si estuviera cayendo desde una fantástica altura. Entonces cesó completamente.

La puerta de hierro estaba cerrada. Tras ella yace un tesoro lo suficientemente grande para comprar una ciudad pequeña.

Roubriso acudió al lado de Karatha. Estaba tanto sorprendido y aliviado por descubrir que aún respiraba. Con cuidado, la sacó del templo oscuro. Con sólo un poco de habilidad, atendió sus heridas más graves. Finalmente, esperaba, recuperaría la conciencia y utilizaría el poder de Iomedae para curarse.

Roubris recuperó la espada de su amiga y su roto escudo. Entonces se dirigió hacia la hoja rota que había contenido el espíritu de Serth. Temeroso la tocó con un solo dedo y a continuación la empujó a un lado. Nada pasó. Toco ligeramente la empuñadura. "¿Sert?".

Sin respuesta. El espíritu ya no estaba en el arma.

En cierto modo, había cumplido su parte del trato.

Con el extremo roto de la hoja, araño palabras sobre la puerta: "No abrir". Luego tiro la espada al suelo y se marchó, sin intención de regresar nunca.

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El camino de vuelta fue largo. Algunas de las heridas de Karatha estaban más allá de su capacidad para curarlas con magia, pero parecía confiar en que el tiempo la restablecería.

"Estoy orgullosa de tí", dijo Karatha. "Y agradecida. Me has salvado la vida, y se a lo que tuvistes que renunciar. Debió ser una elección difícil".

Roubris no estaba preparado para contarle que allí había rezado a Iomedae, al final. Tendría que verselas con tal sorprendente acto por su cuenta, al menos por ahora. En su lugar, le ofreció su sonrisa más encantadora y dijo, "No tan difícil, amiga mía".

Cuando Karatha volvió a centrarse en el camino, la mano de Roubris de dirijió hacia la bolsa de cuero en su cinturón. El que contenía un puñado de recién adquiridas, joyas brillantes. Sonrió incluso un poco más cuando sintió su tacto. Un hombre que realizaba un trabajo como el de Roubris necesitab ser tan rápido con los pies como listo. Lo suficientemente rápido para adentrase en una habitación y agarrar un puñado del botín elegido antes de cerrar una puerta.

"No tan difícil", repitió.


Fin.



O volver la semana que viene a por un nuevo relato.

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