domingo, 6 de febrero de 2011

Los Fantasmas de las Hojas Rotas


Por Monte Cook
Arte por Carlos Villa

Capítulo Uno: Recorriendo el Campo de Batalla

Cuando Roubris Chor recogió el hacha de batalla corroída, no le dijo su nombre. Incluso cuando preguntó. De hecho, no habló en absoluto. La dejo caer descuidadamente hacia el suelo y siguió adelante, sus ojos reanudando su escudriñamiento del campo. Vio trozos rotos de armadura y huesos mondos entre la alta hierba, pero los ignoró. Necesitaba armas. Específicamente, un arma que hubiera arrebatado una vida o dos.

El amplio campo de hierba verde y flores salvajes ocultaba el hecho de que se encontraba sobre el lugar de una batalla feroz de apenas un año de antigüedad. Tales campos de batalla cubrían la tierra de Última Muralla como una viruela, pero era una viruela a la cual Roubris podía dar un muy buen uso con su talento único.

Un destello de metal captó la vista del hombre y se inclinó para obtener una mejor vista. Una espada corta yacía entre la maleza y la hierba. Su hoja mostraba una mella importante. Si llegase a ser usada en combate otra vez, seguramente se partiría en dos. La empuñadura era sencilla, y las tiras de cuero atadas a su alrededor estaban raídas y podridas tras pasar seguramente ahí un invierno en el suelo. Una piedra semi preciosa estaba suelta dentro de un engaste oxidado en el pomo. Pensó que probablemente era jaspe, pero Roubris no se preocupó demasiado por ello, ya que el arma podría contener un valor mucho mayor. La guarda mostraba una inscripción: "Nunca más".

Los herreros siempre estaban poniendo tonterías sin sentido en las armas. Roubris ignoró la inscripción y la piedra del pomo y en su lugar susurró, "¿Hola?".

"¿Quién?. ¿Quién está ahí?". La voz solo estaba en la mente de Roubris, pero claramente no era la suya. Aunque de un barítono profundo, las características femeninas de la voz eran inconfundibles. Como de costumbre, primero parecía muy lejana, y confusa, como el orador se hubiera despertado de un sueño largo y profundo.

"Mi nombre es Roubris Chor", dijo en alto Roubris. No necesitaba hablar en alto para que el espíritu que habitaba la hoja le escuchará, pero era más fácil para él conducir la conversación si al menos uno de ellos era realmente audible. Una conversación entera en su propia cabeza rápidamente podría volverse confusa, como había descubierto. Sin duda no era la primera que hacía esto. "Estoy aquí para ayudarte".

"¿Ayudarme?". La voz ahora parecía más cerca. Claramente proveniente de la espada. El arma, de hecho, casi vibraba con sus palabras. Como siempre.

"Si, Puedo ayudarte a descansar".

"Puede que no te des cuenta de tu situación", dijo Roubris. "Muchos de vosotros no lo hacéis. Estas confusa. Es comprensible. Eres el espíritu de alguien que murió en batalla. ¿Recuerdas tu nombre?".

Otra vez una pausa. Entonces, "Nivua. Nivua Aranash". Dijo como si Roubris debería haber oído hablar de ella. No lo había hecho. Nunca lo hizo.

"De acuerdo, Nivue. Encantado de conocerte. Aquí esta la versión corta de la historia, para que así sepas de que va esto. Necesitas saber que moristeis aquí esgrimiendo esta espada. Probablemente hace un año. Lo sé, no es fácil de oír. Incluso puede que no tenga nada de sentido para ti. Como ves, tu arma fue preparada para almacenar una parte de tu alma porque la empleastes para matar a uno o más de tus enemigos antes de que cayeses en batalla. Ahora estás atrapada en la espada. No pasa mucho, por supuesto, pero puede que más a menudo de lo que crees".

"No te preocupes", añadió rápidamente. "Te puedo sacar de ahí".

"Recuerdo la batalla", dijo la voz, tanteando. "Derrote a varios de los orcos salvajes. Eran monstruosos y muchos, pero sin habilidad. Lo recuerdo".

"Estoy seguro que sí", la calmó Roubris. "Es la última cosa que te pasó".

"Esta... mi cuerpo por aquí en alguna parte?".

Roubris a su alrededor. "Lo dudo. Lo siento. La batalla tuvo lugar hace un año. Muchas cosas le puede pasar a un cuerpo en un año". Comido por insectos y gusanos, devorado por perros salvajes.. Es probable que el tuyo fuera retirado del campo después de que todo terminara por tus camaradas o seres queridos o algo parecido. Probablemente te dieron un funeral. Estoy... seguro que fue muy bonito. Estoy seguro que tuvistes tus honores".

La voz suspiró en la cabeza de Roubris. No estaba seguro si era melancolía, tristeza o sencillamente estaba intentando asumirlo todo. Entonces comenzó a murmurar para sí, a falta de un termino mejor, aunque todo estaba en la mente de Roubris. Pasó una mano por su rizado pelo castaño y luego a través de su mandíbula sin afeitar. No era rentable pasar demasiado tiempo consolando al espíritu muerto ahora mismo. Necesitaba obtener beneficio.

Además, el murmullo era condenadamente irritable.

"Nivua, si te voy a ayudar, necesito algo".

Su voz se agudizó, "¿Qué?".

"Necesito financiación. Restaurarte es un proceso costoso".

"Cómo puedo... no puedo pagarte. ¿Cómo puedo proporcionarte dinero en un momento como este?. No debería un sacerdote como tú ayudar a... un alma perdida.. simplemente para servir a la voluntad de los dioses?. ¿Cómo me puede pedir que te pague?".

"No soy un clérigo. Pero conozco a uno. Mi talento es que puedo hablar contigo, Nivue. Nadie más puede".

"Pero no tengo dinero. No así. No tengo nada".

Roubris habló en una fuerte, enérgica voz. Estaba sólo en el campo. No había nadie que le oyese. "Debes recordar algo de valor, Nivua. Algunos saqueros de guerra ocultos en algún lugar para un día lluvioso".

Otra vez suspiró, luego permaneció en silencio durante un tiempo. Roubris esperó. Finalmente dijo, "No. No, nada".

Ahora Roubris suspiró. Miró hacia el cielo del atardecer, a las onduladas nubes por encima, y luego a las montañas a lo lejos. "Bueno", dijo, otra vez en un susurro, "entonces tendremos que hacer esto de otra forma".

"¿Qué quieres decir".

"Nivua, probablemente te llevastes algún tipo de secretos contigo a la tumba. Todo el mundo lo hace".

No respondió.

"Probablemente sabes algo sobre alguien que él o ella no desearía que nadie supiese. Algún pequeño secreto oscuro. Todo el mundo los tiene. Confía en mí. Cuentame algo como eso, y como encontrar a la persona en cuestión. Me encargaré del resto".

"¿Qué?". Gritó la voz de Nivua en la cabeza de Roubris. La pequeña espada casi se le cae de la mano. "¿Deseas que traicione a alguien para que puedas extorsionarle por dinero?"

"No sabrán que fuistes tú. Nunca sospecharán de ti. Obviamente".

"No puedo hacer eso".

"Se que es duro, pero tienes que comprender. El proceso de restaurarte a tu vida más allá adecuada es costoso, Nivua. No me gusta esto nada más que tú, ¿pero no deseas tu justa recompensa?. ¿No deseas ver de nuevo a tus seres queridos otra vez en la eternidad?. No puedo ayudarte si no haces esto. Para mí, llevarte al paraíso que mereces es más importante que extrujar unas pocas monedas a alguien que probablemente no es tan digno como tú".

"Quizás sencillamente podrías acudir a mi familia. Pideles el dinero".

Eso nunca funcionaba. "No me van a creer. Pensaran que soy un estafador. No pueden oírte, Nivua. Sólo yo puedo. Es mi don. Tienes que confiar en mí. Soy el único que pueda salvarte. Y tienes que hacerlo a mi modo. He ayudado a gente como tú antes. Se lo que estoy haciendo".

Roubris fue paciente durante el siguiente largo silencio. Finalmente, sintió la espada vibró. "De acuerdo", dijo tranquilamente la voz de Nivua. "Puedo contarte algo. Darte algo que puedes emplear. No es el secreto de alguien. No voy a hacer eso. Es un escondite del oro que mi familia guarda para emergencias".

"Bien, bien" dijo en voz alta Roubris. "Eso bastará. Después de todo, esto es una emergencia. Serán felices de saber como fue gastado si realmente lo entienden".

"Aún pienso que si simplemente fueras hasta ellos y les explicases-".

"No, Nivua. No me creerían, y se quedarían con la espada como un recuerdo. Estarías atrapada en el escudo familiar quien sabe durante cuanto tiempo. Podrías pasar la eternidad como una chuchería. Un recuerdo que finalmente olvidarían hasta convertirse en polvo. Peor aún, después de una generación o así, podrías ser vendida a un buhonero por alguno sobrino nieto que no recordase quien eras. Serías fundida como chatarra. En ese momento, no se que sería de ti. Puede que te desvancieras en la nada sin un arma para albergar tu alma".

Se lo soltó a bocajarro, pero Roubris sabía que este tipo de tratamiento normalmente funcionaba.

Y así fue. "De acuerdo", dijo Nivua. "Esta oculto en una caja tras una piedra suelta en el pozo tras mi antigua casa. Te diré como llegar hasta allí".

"Excelente".

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Roubris empujó las grandes puertas de roble y se adentró en el templo de Iomedae, diosa del valor y la justicia. "Tengo otro para ti, Karatha".

La joven sacerdotisa miró hacia arriba desde donde se arrodillaba en oración. "Hola, Roubris", dijo con una voz amable. Vestía la tradicional túnica blanca de su orden, lo cual impedía ocultar sus anchos hombros y figura muscular. Su largo pelo castaño caía lacio y retirado tras su cabeza. Poseia una rostro anguloso. Sus ojos eran de una suave pero penetrante azul. Obbaros se puso en pie y se acercó a él.

Roubris sostuvo la espada corta mellada con ambas manos. Sus pantalones aún estaban manchados de barro de donde se había arrodillado para llegar hasta la caja de monedas de oro oculta en el pozo. Su justillo estaba de igual modo sucio. Probablemente debería haberse limpiado. Probablemente debería haber entrado en el templo de una forma más humilde y más silenciosamente. Probablemente debería haber mostrado un poco más de respeto. Había estado aquí tanta veces antes que no pensó en ello. En verdad, dificilmente pensaba en el lugar como un templo. Sencillamente era un recursos para su "negocio". Roubris no era un hombre religioso, pero Karatha era una amiga y respetaba su devoción. Además, nunca había feligreses u otros clérigo aquí en este momento del día. Sabía que Karatha estaría aquí sola.

Su comportamiento no pareció molestar a Karatha. Para entonces, nunca lo hacía. Sabía que ella estaba al tanto de sus actividades -aunque quizás no en toda su extensión. Sabía que obtenia un pago de los espíritus atrapados en las viejas armas, pero probablemente no sabía que a veces él extorsionaba dinero a la gente basandose en los secretos que averiguaba. Al menos, esperaba que asi fuera. Y después de todo, donaba algo de ese dinero al templo para que así ella pudiera realizar los ritos necesarios para conseguir poner a descansar a las almas atrapadas. No todo lo que ganaba, por supuesto, ¿pero no se merecía un pago por su problema?. Tenía que comer como cualquier otro.

Karatha sonrío y dijo, "Una verdadera cosa honorable. Haces una gran servicio a estas perdidas, atrapadas almas, Roubris".

Roubris sintió la punzada familiar de la culpa cuando dijo eso. Se había vuelto bastante experto en ignorar tales punzadas. Se preguntó por un momento si Karatha dijo eso con el fin de hacerle culpable, o si realmente significaba eso.

Probablemente ambos.

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Roubris se aprovechó de los claros cielos y cálidas temperaturas para regresar al campo de batalla que había explorado anteriormente. Como el lugar de un enfrentamiento entre los orcos de Belkzen y los humanos defensores de Última Muralla, ofrecía una gran cantidad de oportunidades potenciales para emplear sus talentos.

Pasó la mayor parte de la tarde sin éxito. Las armas rotas y deshechadas dejadas atrás por los saqueadores anteriores no ofrecieron ni un susurro cuando intento hablar con ellas. Ninguna contenia un espíritu.

Se sentó en la hierba en medio de un grueso trozo de flores salvajes para comer el almuerzo que había llevado. Desde su bolsa de cuero tomó la rebana final de un pan horneado con miel, algo de queso azul y unas pocas lonchas de venado seco. Las devoró lentamente, disfrutando de los sabores y considerando donde buscar después. Roubris hizo pasar la comida con un poco de agua fría y estuvo bastante contento. Se levantó, se limpió sus manos en sus pantalones -y avistó algo metálico no muy lejos en la hierba, rodeado por floreciente flores doradas.

Dio un paso hacia adelante y vio que era una espada larga, diseñada para ser esgrimida por un guerrero de gran tamaño. La porción de la hoja que queda estaba empeñada. Gran parte estaba rota. La agarró por la gran empuñadura y la levantó hasta la altura de los ojos para examinarla más de cerca.

La espada habló inmediatamente. "Te estaba esperando".

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