miércoles, 9 de marzo de 2011

Los Fantasmas de las Hojas Rotas


Por Monte Cook
Traducción por Bowelsey (aka Humuusa)

Capítulo Tres: En las Tierras Asoladas por los Demonios

La bestia aleteós las alas desvecijadas de su espalda, demasiado pequeñas para soportar su peso. Muchos fauces redondas con dientes a lo largo de su forma de gusano chillaron de forma estridente. Al mismo tiempo que muchos ojos miraban desde los arrugados pliegues de su carne, aparentemente dispersos al azar por todo su cuerpo.

"¡Señora del Valor!" gritó Karatha, desenvainando su espada larga de hoja de plata, Ruptura. Roubris luchó por impedir que su caballo lo lanzace a tierra.

La criatura se abalanzó sobre ellos, con bocas obscenas abiertas para morder. Masticar. Devorar.

"¡Corre!", gritó Karathar.

Roubris no podía controlar a su caballo. Daba vueltas sin sentido, como si estuviera atrapado en una bañera con el tapón del desagüe quitado. La cosa estaba cada vez más cerca. Apestaba a cuero aceitoso y cafe quemado.

Karatha acuhillaba el aire sobre ella, pero la bestia no estaba lo suficientemente cerca para golpearla. "¡Roubris, corre!".

"Conozco a esa criatura" dijo una voz en la cabeza de Roubris. Era Serth, el espíritu dentro de la espada rota.

"¿Qué?", Roubris solto en voz alta.

"¡Corre!" chillo Karatha.

"Conozcoa a esta criaturas" repitió Serth. "Debes su único ojo rojo. Todos sus ojos son verdes excepto uno. El ojo rojo es su debilidad. Ahi es donde reside su alma oscura. Golpea allí".

Esta información repentina confundió a Roubris. No había sabido nada de Serth durante cierto tiempo, y no estaba acostumbrado a obtener consejo de los espíritus con los que hablaba. Sin embargo, su miedo no le permitía demasiado tiempo para procesar la información. En su lugar, le gritó a Karatha, "¡Golpeale en el ojo rojo!. ¡Encuentro el ojo rojo!".

Karatha le miró de forma rara. Le había escuchado, aunque claramente estaba confundida ante tal revelación repentina. Aún así, no se tomo tiempo para interrogarle. En su lugar, comenzó a examinar la bulbosa, palpitante forma de la criatura y todos los multitudinarios ojos.

Mientras tanto, Roubris aún se movía al azar en círculos, transportado por su montura asustada. En lugar de centrarse en ese asunto -lo que de todas formas hubiera tenido poco éxito- también comenzó a exminar a la criatura y a sus ojos.
La cosa estaba más cerca que nunca, con las bocas chillonas chaqueandos sus mandíbulas antes ellos. Roubris se agachó y movió, mientras Karatha utilizaba su hoja para defenderse. El hedor era casi insoportable.

Una boca rasgó el hombre de Roubris como una masa de cuchillas. Su justillo de cuero se rasgó como si fuera papel -y así también hizo su piel. El caballo se desbocó. Perdió el control y cayó contra el suelo.

La espada de Karatha rasgó la carne de la criatura una y otra vez, pero no manó sangre. Era como si rasgará sacos de arpillera vacíos.

Roubris miró hacia arriba, seguro de su propia muerte. Derribado en el suelo, su pierna deformada bajo él, su hombro sangrando profusamente, tenía pocas esperanzas.

"El ojo rojo", susurró Serth en su mente.

Roubris miró hacia arriba y lo vió, brillando como un rubí entre la carne negra y gris de la cosa.

Señaló. "¡Allí!".

Karatha le echó una mirada rápida. Vió que ahora también ella mostraba heridas de las bocas de la cosa. Apensas sosteniendose sobre la silla, abrazando el cuello de su caballo para mantenerse agachada, cabalgó hacia donde yacía Roubris.

"¡Allí!". Gritó de nuevo. Los gritos del monstruos le hicieron dudar de si le había escuchado.

Sin embargo, debia haberlo echo, ya que golpeó hacia arriba con su epada hacua el evidente ojo rojo. Apuñaló una y otra vez. Sin sangre. Sin ningún efecto después de todo.

Otra de las bocas de la bestia le mordió en el brazo en un destello rojo. Con un grito de dolor, soltó su espada.

"No tengas miedo" dijo Serth a Roubris, la espada vibrando a su lado. "Coje esa espada. Los ojos son difíciles de dañar. Gran cantidad de carne les rodea. Necesita intentarlo otra vez".

En algún momento -Roubris no estaba seguro de cuando- Karatha había conseguido atarse su escudo a su brazo derecho. Lo utilizó para mantener a distancia a las múltiples fauces de la bestia que intentaban morderla. No se podía permitir el lujo de prestar atención a Roubris.

Comenzó a extraer la espada en la que habitaba Sethr de donde la había guardado. "No" le dijo el espíritu en la espada. "Esta espada es vieja. Rota e inservible. Necesita utilizar su hoja. Es resistente. ¡Cojela!".

En el suelo, Roubris inspiró y expiró el aire de sus pulmones. Rodó hacia la espada caída. La agarró y llamó a Karatha. "¡Intentalo de nuevo!" Roubris luchó por ponerse de pie, pero solo consiguió ponerse de rodillas. Se arrodilló. Roubir levantó el arma todo lo que pudo.

Karatha oyó su grito. Su brazo empapado en sangre, lo extendió hacia abajo y agarró de nuevo la espada. Grito de forma incoherente, claramente de cansancio y dolor. Utilizando el escudo para protegerse, se enderezó en la silla y se lanzó hacia el evidente ojo rojo.

Una explosión de luz rojo e icor negro surgió de la criatura. Todas las bocas de la cosa terrible gritaron de una unión sin sentido. Se alzó quince pies o más sobre ellos, estremeciéndose. Las alas retorciéndose, arrastrándose por el aire, intentando huir. Sin embargo, la herida era muy grave. La bestia se derrumbó sobre sí mimsa y se estrecho contra el suelo a lo lejos.

Karatha y Roubris observaron en silencio.

"Excelente" susurró Serth en la mente de Roubris.

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Los conjuros de Karatha restablecieron la mayoría de las heridas que ambos sufrieron. Una comida caliente de huevos de codorniz, jamon crudo y pan frito cocinado sobre un agradable fuego también ayudó.

"¿Cómo supistes lo del ojo?", preguntó Karatha a Roubris mientras comían. "¿Cómo sabías que atacando al ojo rojo lo mataría?". Ni siquiera sabía que era esa cosa".

"No lo sabía", respondió Roubris. "El espíritu en la espada me lo dijo".

"¿Como sabía eso?, preguntó en alto Roubris, mirando a la espada, que yacía junto a él cerca del fuego.

Eschuchó la voz de Serth en su mente. "Me encontre anteriormente con una criatura como esa".

Roubris se lo contó a Karatha y luego preguntó, "¿Qué era?".

"No lo se exactamente. No soy experto en tales cosas".

"A mi me pareces uno".

"Bueno, ya no importa. Ahora esta muerta, y estais a salvo".

"Era demoniaco en su naturaleza", dijo Karatha con conocimiento. "Una cosa de sangre diabólica. Tales horrores habitan al norte, en la Herida del Mundo".

Roubris asintió y masticó otro trozo de pan. Observó la espada, pero no dijo nada más.

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El caminio tenía poco que ofrecer en los dos días restantes. Las indicaciones de Serth no fueron difíficles de seguir. El viajero ocasional los superó, pero la gente de Ustalav no eran amigables y eran precavidos. Roubris apenas podía culparlos. El paisaje se volvió más oscuro y más inhóspito a medida que avanzaban.

"Estamos cerca de la Herida del Mundo", dijo Karatha en voz baja.

Roubris no sabía mucho ese lugar. Sólo lo que había oido de joven -un lugar terrible donde el reino mortal se cruzaba con un reino sobrenatural de razas demoniacas.

"¿Aquí es donde se encuentra el templo?", preguntó Roubris a Serth.

"Si. Aún queda un día de viaja hacia el norte".

"Eso nos va a acercar, creó. Cerca a la Herida del Mundo".

La mitad de la conversación de Roubris atrajó la atención de Karatha. Sólo pudo escuchar la mitad, pero fue suficiente.

"Si" dijo Serth.


"¿Quién construyó el templo allí?".

"Adoradores de Deskari", respondió el espíritu.

"¿Quién o qué es Deskari?".

"¿Qué?" dijo Karatha. "¿Deskari el señor demoníaco?".

Esto ofreció un susto a Roubris. ¿Señor demoníaco?. Olvidó que estaba hablando con la espada en alto.

"Roubris, ¿a donde nos esta conduciendo la espada?". Karatha parecía igualmente enfadada y asustada.

"Todo lo que contó originalmente es que me conduciría a un antiguo, templo abandonado. Y que no estaba dedicado a un dios bueno".

"¿Y nunca le preguntastes qué templo?. ¿O donde se encontraba exactamente?. ¿O que culto lo construyó para que dios?. Te pedí que reunieses información antes de partir. No se si hubiera venido sabiendo que ibamos a un lugar así".

"Nunca se me ocurrió. Pense...". Su voz se desvenció poco a poco.

"¿Qué pensaste?".

"Creía que todos los templos eran iguales".

Karatha frunció el ceño. Entonces su expresión cambió a una de decepción. A Roubri le gustó menos esta que la anterior. Ella desvió la vista.

Serth habló de nuevo. "No te preocupes sobre donde se encuentra el templo. No importa. El lugar debería estar desierto. Ahora estas muy cerca, Roubris. Sólo convecela de que nos siga. O todavía mejor, mandala de vuelta a casa".

Las palabras del espíritu hicieron sentirse peor que nunca a Roubris. La amistad de Karathas era importante para él, y no iba a permitir que regresase a casa sin él. Además, tenia miedo, y la habilidad con la espada de Karatha asi como la magia concedida por Iomedae la hacían muy útil. También era bastante sabia. Serth le preocupaba. ¿Y si el espíritu le estaba condunciendo a una trampa?. No solo podía ayudarle en tal situación, sino que podía verla venir.

"Karatha, lo siento" dijo Robris. "No debería haber dicho eso. Soy idiota. Por favor perdoname".

Karatha se giró. "Deberíamos volver a Vigilia. Este tierra es peligrosa, además no tenemos nada que hacer en un templo de Deskari".

"Pero el espíritu me aseguró que el templo esta abandonado. Existe un tesoro abandonado allí mismo".

Karatha frunció el ceño de nuevo. Al menos era mejor que la apariencia de decepción silenciosa.

"Podemos destruirlo" dijo de repente Roubris. "Podemos destruir este templo maligno después de que lo hayamos saqueado. ¿No sería eso la voluntad de Iomedae?. ¿No sería justo?. ¿No llevaría eso honor a aquellos que fueron agraviados por el culto maligno?".

Karatha le miró. Finalmente, le dió una sonrisa amable. "Has estado escuchando" dijo.

Roubris le devolvió la sonrisa con la mas encantadora que posia. "Por supuesto".
Ella seguía sonriendo, asi que le preguntó, "¿Eso significa que vendrás conmigo?".

"Tesoro, ¿eh?".

Asintió.

"Mi iglesia podría utilizar una buena donación".

Sonrío y asintió de nuevo.

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Serth condujó a la pareja a lo largo de una pendiente rocosa. Un viento frío soplaba continuamente a través de la región de desnuda piedra gris. El paisaje era interrumpido por espiras extrañas y barrancos irregulares. Unas pocas plantas se esforzaban por sobrevivir, pero a pesar de los esfuerzos no lo conseguían.

Cuando la pendiente se volvió especialmente empinada, Roubris vió que se han tallado burdos escalones de piedra en la roca, resbaladizos por el agua caída de una lluvia fría que había caído en la última hora. Aunque el cielo permanecía oscuro, se oscurecería mucho más en una hora o asi cuando llegase el anochecer. Roubris no confiaba en la idea de pasar la noche allí. Les instó a ir más deprisa. Los dos desmontaron y dejaron sus caballos en la base de la escalera. Serth le aseguró que el templo estaba muy cerca, a pesar del hecho de que aún no se podía ver.

Roubris tenía cuidado. ¿Pero por qué el espíritu le conduciría a una trampa?. ¿Que ganaría Serth?. Sólo ayudándoles conseguiría lograr su descanso eterno. Eran su única esperanza para ser liberado del aprisionamiento dentro de la espada.

Roubri sabía que aunque Serth conocía más que él de lo que les esperaba, Roubris tenía ventaja. No estaría realizando esto si no quisiera. Esa ventaja era lo que había hecho que su "negocio" tuviera éxito durante tanto tiempo.

La escalera era sorprendetemente larga y empinada, serpentenado alrededor de antiguos peñados de gran tamaño y el ocasional árbol marchito con caídas ramas negras.

"Allí esta" dijo Serth.

En lo alto de la escalera, elevandose sobre la brumosa penumbra, había un templo. Un pequeño zigurat de grandes bloques de obsidiana, el templo en lo alto de un pico estrecho. Roubris no tenía ni ida de cómo alguien construiría un edificio en tal peligroso lugar. La entrada parecía ser una puerta de piedra poco acogedora rodead por runas serpentinas.

"No me gusta su apariencia", dijo tranquilamente Karatha.

Roubri extrajó la espada rota y la sostuvo con ambas manos. Susurró, "Si es una trampa, Serth, nunca saldrás de la espada. ¿Lo sabes, verdad?".

"Si" siseo Serth. Roubris pensó que el espíritu sono indignado.

Roubris estaba poco contento. Pensó de nuevo en la criatura demoníaca con la que combatieron hace un par de días. Sobre la que Serth sabía demasiado. Consideró como Serth sabía cosas inususales sobre Roubris, cuanto Serth estaba al tanto de su situación en comparación con otros espíritus atrapados que Roubris había conocida. Roubris miró hacia arriba hacia el templo malvado que yacía ante él, y luego hacia la espada que contenía a Serth. Se mordió el labio.

"Serth", lo dijo sólo en su mente, "sabías un montón sobre esa criatura anterior".


"¿Si?".


"Y ahora nos has conducido hasta aquí, al borde de la Herida del Mundo misma".

"Si".


"¿No eres el espíritu de un hombre, verdad?".


"No".

"Eres el espírtu de un demonio muerto".


"Si".

Roubris maldijo.



Si te ha gustado, no dudes en leer los dos capítulos anteriores:

Capítulo Uno: Recorriendo el Campo de Batalla

Capítulo Dos: La Misión de la Espada Rota

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