viernes, 11 de febrero de 2011

Los Fantasmas de las Hojas Rotas


Por Monte Cook
Arte por Carlos Villa

Capítulo Dos. La Misión de la Espada Rota

Roubris sostuvo la espada larga rota con ambas manos, boquiabierta mientras le hablaba.

"Has tardado demasiado, Roubris".

Roubris oía la voz de la espada en su cabeza, como la luna a medianoche sonaría si hablase.

"¿Cómo sabes mi nombre?", Roubris no era ajeno a las armas que hablaban, pero esta era la primera vez que una parecía saber más de lo que estaba ocurriendo que él mismo.

"Te he estado observando. Has estado recorriendo lentamente todo este campo de batalla rescatando las almas muertas de aquellos atrapados en las armas que esgrimieron. Bueno, yo soy tan sólo una de tales almas".

La espada sin lustre había sido pensada para una guerrero con grandes manos. Si estuviera completa, Roubris probablemente hubiera tenido dificultades para levantarla, pero gran parte de la hoja había desaparecido. Incluso aunque la voz de la espada sólo estaba en su cabeza, Roubris habló en voz alta. "¿Cómo te llamas?".

"Serth".

"¿Y conoces tu situación?. ¿Recuerdas la batalla?".

"Por supuesto".

Esto es muy extraño, Por primera vez, el discurso preparado por Roubris sobre como el espíritu de uno que cae en batalla a veces queda atrapado en un arma que ha matado a un enemigo no tenía importancia. Serth ya lo sabía. Sabía que estaba atrapado en la espada, y que los talentos especiales de Roubrir podían ayudarle.

"Bueno, puedo prepararlo para enviarte a tu merecida vida en el más allá, Serth. Puedo asegurar que obtengas tu justa recompensa".

"¿Y qué necesitas a cambio, joven Roubris?".

El tono de Serth le sugería a Roubris que él sabía muy bien que era necesario. "Serth, ¿cómo sabes tanto?. Los espíritus atrapados raramente lo hacen". De hecho, nunca lo hacían.

"¿Realmente eso importa?. Estas aquí para hacer que te cuenta algún secreto que te granjeará un puñado de monedas de oro. El pago por un servicio prestado, ¿correcto?. ¿No es esa realmente de lo que se trata?".

De hecho, así era. Roubris estaba nervioso, pero en el fondo no era un hombre especialmente curioso. A pesar del hecho de que trataba con lo sobrenatural a diario, realmente no le importaba la naturaleza de los espíritus o el resto de su vida más allá de lo que necesitaba para ejercer su oficio. Nunca se había llegado a cuestionar la fuente de su aptitud especial. ¿Era magia nigromántica?. ¿Algún don psíquico heredado de un ancestro distante?. ¿Una bendición de los dioses?. ¿Una maldición?. Estaban los espíritus completamente ya allí esperando a que llegase, ¿o su aptitud de alguna forma los llamaba de vuelta?. No importaba. Todo lo que le importaba es que funcionaba y que se le pagase por emplearlo. "De acuerdo, Serth. Conoces el procedimiento. ¿Tienes algo para mí que cubra mis honorarios?. Restablecer un alma atrapada no es una cosa sencilla. No es nada barato".

"Ah, aquí esta el Roubris Chor que esperaba. Excelente".

Roubris hizo una mueca.

La astuta, oscura voz de Serth continuó en la cabeza de Roubris. "Amigo mío, tengo en gran estima mi destino. Estoy ansioso por escapar de este aprisionamiento desafortunado. Tanto que esto dispuesto a hablarte sobre un tesoro bastante más grande que las bolsas miedo llenas de monedas que normalmente consigues. ¿Ahora para que me sirven a mí esas cosas?".

"¿Un botín?".

"El tesoro de un templo, amigo mío. No conozco su valor exacto, pero seguramente equivaldrá a diez mil monedas de oro, tan seguro como que te estoy hablando ahora. Esta un poco lejos de aquí, pero te guiaré".

"¿Fuistes un sacerdote cuando estabas vivo, Serth?".

"Algo parecido a eso. Ten por seguro que el templo con su tesoro ha permanecido esperando vacío durante bastante tiempo. Nadie allí impedirá que entres en él".

"Serth, ¿no me estarás mintiendo?". Los espíritus atrapados en las armas que hallaba raramente intentaban engañarlo. Estaba demasiado en juego como para arriesgarse. Pero había algo en la voz de Serth, su actitud de saberlo de todo, de ser muy inteligente. Cada campana de aviso en la cabeza de Roubris estaba sonando muy alto.

"¿Qué ganaría mintiéndote?. Si no obtienes ningún pago, se me niega la libertad, ¿no?. Valoro esa liberta más de lo que puedas creer, Roubris. Esto dispuesto a pagar generosamente por ella. Por otra parte, el tesoro del templo es lo que tengo para ofrecer. Incluso si desease ofrecerte algo menos, no podría. De todas formas, dificilmente me importa en esta forma. Mis preocupaciones ahora son mucho menos terrenales".

Cierto, pensó Roubris. La comprensión de la situación de Serth ciertamente parecía lógica y franca. Probablemente había paso un buen tiempo habitando allí. Al final, esto era bastante cómodo comparado con la coacción y la persuasión que normalmente Roubri tenía que realizar cuando hablaba con un espíritu en una arma olvidada. Y si el tesoro sólo era la mitad de lo que Serth afirmaba... Incluso si era un cuarto, o una décima parte, aún era el mayor pago que había obtenido por el rescate de una única alma.

"Bien, Serth, ¿porqué no me dices donde necesitamos ir?".

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Roubris transportó a Serth a través de las atestadas calles de la ciudad envuelto en una manta. La gente pasaba a su lado transportando cestos de barras de pan fresco, sacos de harina u otros objetos adquiridos en el mercado cercano. Nadie le prestó atención, lo que le fue muy bien. Incluso las damas más hermosas que vió no le pidieron que se detuviese y charlase, y que sería lo más normal en su caso.

Bueno, la visión de una joven mujer con brillantes ojos verde le impulsó a detenerse, hacer una reverencia y sonreír, pero cuando le ignoró no siguió intentándolo.

Cuando Roubris alcanzó los peldaños del templo de Iomedae, se alisó su túnica y se sacudió el polvo de sus pantalones y botas. Cuando abrió la puerta, se detuvo, con respeto, y a continuación se adentró silenciosamente. El arma palpitaba en sus manos, pero no escuchaba nada.

Karatha caminó hacia él, secándose las manos en un trapo. Vestía un extraño delantal cubierto con manchas muy coloridas. Claramente había estado pintando algo. "Roubris, que bueno verte. ¿Ya tienes otro arma?".

Roubris habló rápidamente. "Si. ¿La podemos colocar en la zona de almacenamiento sagrada, como normalmente hacemos?".

Karatha frunció el ceño. No existía tal zona, y no era algo que normalmente hicieran. Roubris alzó sus cejas y señaló con su cabeza ligeramente hacia la derecha. Karatha, tan lista como siempre, captó lo que quería hacer. "Si, por supuesto".

Los dos caminaron hacia un pequeño vestíbulo donde Roubris colocó la espada envuelta sobre un banco. Entonces los dos abandonaron la zona y regresaron a la capilla principal, Roubris cerrando la puerta tras él.

"¿Qué esta pasando?", preguntó Karatha.

"Quiero hablar contigo, y no quiero que la espada nos escuche".

"Viniendo de otra persona, esto sonaría un poco a un loco", dijo Karatha con una graciosa sonrisa.

Roubris puso en blanco sus ojos y le ofreció una sonrisa burlesca. "En serio", le dijo, "esta arma es diferente. Es inteligente. Sabe cosas".

"Quieres decir que la espíritu atrapado dentro es inteligente y conoces cosas".

"Si, si. Lo que sea. Ya sabes lo que quiero decir".

"¿Que tipos de cosas conoce?".

"Cuando lo encontré, conocía su situación, lo que normalmente no es el caso. Más que sabía que la estaba buscando, y lo que tú y yo podríamos ofrecerle".

"Fascinante".

Roubris se froto la barbilla. "Si, supongo. Pero es un poco desconcertante. No me gusta cuando las cosas se salen de lo corriente"

Karatha asintió. "Comprendo. Bueno, veamos si enviamos al alma a su merecida vida en el más allá, y entonces ya no tendrá más importancia".

"Bueno, no podemos. Todavía".

"¿No?".

"No me ha guiado hacia mi... recompensa, todavía. Es un viaje largo, aparentemente, y tiene que guiarme".

Karatha sencillamente asintió y le miró, sin realizar la pregunta obvia: ¿entonces porqué esta aquí?.

"Aparentemente el tesoro esta en un viejo templo abandonado. No sé demasiado sobre estas cosas, Karatha. Me estaba preguntando si me acompañarías. O mejor, nos acompañarías. Me sentiría más seguro. Puedo realizar una donación especial a tu iglesia en tu nombre una vez que encontremos el oro para compensarte por tu tiempo y por los problemas".

Karatha sonrió amablemente. "Muy generoso por tu parte Roubris. ¿Pero qué tipo de templo es?. ¿Cuan lejos esta?".

Roubris se dio cuenta de que nunca se le ocurrió llegar preguntar a que dios o dioses pertenecía el templo. "No estoy muy seguro. Intentaré sacarle los detalles".

"Bueno, obviamente, no puede considerar profanar el templo de ninguno de los dioses de la luz o la justicia de ningún modo, ni puedo en conciencia permitirte que lo hagas. Y no puedo apartarme de mis deberes aquí más, de digamos, dos semanas".

Roubris asintió. De todas formas esperaba que Serth no le guiará hacia tal templo. Eso sería torpe. "Me inclinó a pensar que el templo esta abandonado".

"No importa".

"De acuerdo. Comprendo. Lo encontraré".

"Por favor hazlo. Una vez que lo sepamos, si puedo te acompañaré. Pasar algún tiempo en la carretera nos ofrecerá una buena oportunidad para charlar en profundidad".

Karatha deseaba influenciarle, intentando que viera las formas de Iomedae. Siempre le estaba insistiendo en que pensará en los conceptos de la justicia y el honor. No es que no viera el valor en tales cosas, solamente que tales rígidas definiciones de ninguna o de ambas eran.... inconvenientes. Aún así, hablar con ella sobre tales cosas no era realmente del todo molesto. No iba a imponerselo. E incluso en el caso que así fuera, sería un pequeño precio a pagar por su ayuda. Roubris estaba preocupado -aquellas campañas de aviso aún seguían sonando en su cabeza.

Sin embargo, era el sonido de diez mil piezas de oro chocando mientras caían a su alrededor como una hermosa lluvia dorada.

Roubris dio las gracias a su amiga y extrajo a Serth. Le quitó la manta y sostuvo a la espada por el pomo. No habló en alto, sino que mantuvo toda la conversación en su cabeza. "¿Serth?".

"¿Qué?". La voz

"El templo donde se encuentra el tesoro -¿a quien esta dedicado el templo?".

"¿Porqué?".

"ES importante. No puedo robar en un templo de una deidad benévola".

"No robarás a nadie. El templo hace mucho que esta abandonado".

Roubris suspiró. "Lo sé. Pero antes de eso, ¿cual es el dios patrón del templo?.

"Estoy seguro que ningún dios benévolo. Eso debería bastarte".

Lo era. ¿Y cuan lejos está?. Solo disponemos de un par de semanas como mucho".

"Eso debería bastar si consigues buenos caballos".

Roubris asintió. Serth estaba de un humor de perros. Encontraba la voz en su cabeza desconcertante. "Gracias amigo mío. Esperemos que sea rápido y puedas ir a donde debes ir".

Serth no contestó.

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El primer día de viaje al norte les llevó por una tierra de colinas onduladas y bosquecillos aislados mientras se dirigían hacia los altísimos picos cubiertos de nieve. Los caballos que Karatha había conseguido habían sido caro, pero incluso para el ojo desconocido de Roubris podían verse que eran de calidad. El día de cabalagada fue tranquilo y los caminos solitarios, lo cual coincidieron que era lo mejor. Ni Roubris ni Karatha temían cabalgar hacia la tierra anarquica de Ustalav con sus nobles rivales y los peligros de las Montañas Hambrientas acechando más adelante y sobre sus cabezas.

Después de una breve parada en una posada hallada en el cruce de caminos, continuaron. Pasaron a través de estrechos pasos de montaña y griesta rocosas, sobre majestuosas cimas de colina y muy profundos barranco, siempre manteniéndose en el camino. Los días empezaron a oscurecerse. En el tercer día, una tormenta de avistaba en el horizonte. Para la tarde, les asoló con lluvia y viento. Incluso hicieron frente a las tormentas y pasaron sobre ellos, el cielo seguía nublado y grisaceo, como temiera a la tormenta. Serth permanecía enterrado en la vaina de Roubris, callado. Karatha realizó a Roubris un par de preguntas aquí y allí sobre que sentía cuando ayudaba a los espíritus atrapados. Le contesto que no lo hacía por el sentimiendo, lo hacía por el pago.

"La gente hace buenas acciones porque les hace sentirse mejor consigo mismo cuando muestRan un tipo diferente de egoismo", le contó a ella en el quinto día de su viaje. "Incluso si no lo están haciendo por dinero, lo están haciendo por algo que desean".
Ella asintió, luego contenstó. "Eso podría ser una consecuencia, pero no siempre es la motivación. Algunos hacen el bien y extienden la justicia por su propio bien".

Roubris se rió. "Puede ser que digan eso, pero la gente no puede ser realmente desinteresada. Esta ahi mismo en el mundo. Si eres "egoista" no puedes ser desinteresado. No tiene sentido. Nadie hace algo que no le beneficia de alguna forma. Sencillamente no tiene sentido".

Antes de que ella pudiera responder, el oscuro cielo de la mañana se llenó con un grito enfurecido y el fuerte aleteo de unas grandes alas. Roubris miró hacia arriba ara ver a una horrible criatura acechando sobre ellos con unas alas de carne parecidas a las del muerciélago. Era como un gusano, y como una babosa, y a la vez como ninguno de los dos. MúltipLes bocas gritaban promesas de destrucción. Múltiples ojos los miraban con una intención maligna.

No había lugar al que huir. Ni tiempo para escapar.


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Si te ha gustado, no te olvide leer la primera parte, aquí.

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